Decálogo del misionero

 

1      Un misionero mira a todos los hombres con ojos de hermano:
Al visitar una comunidad, se sabe hijo de Dios y, por lo
tanto, hermano de cada uno de los hombres a su alrededor. No
puede haber intenciones de aprovecharse de su amabilidad, de
ser mayor o menor que ellos, y de verlos con ojos de envidia,
rabia o desconfianza.

 

2     Un misionero conoce a Jesús, ama como Jesús, no se avergüenza
de hablar de Jesús: Es Él la razón principal de nuestro
viaje, sin él no somos más que turistas molestos predicándonos
a nosotros mismos. Su presencia se hace visible en nuestras palabras,
en nuestro amor, en nuestro testimonio, en la participación
sacramental.

 

3      Un misionero reza todos los días a su Padre Dios por sus
hermanos, las personas de todo el mundo, y quiere que conozcan
a su Madre, la Virgen: La oración en las mañanas, la eucaristía
diaria, el rezo del rosario no son simplemente un requisito de
las parroquias visitadas. Son ante todo una necesidad espiritual
y un compromiso con nosotros mismos para tener la fuerza y valores
necesarios para predicar a Jesús.

 

4     Un misionero siempre dice ¡gracias!: La gratitud siempre
está presente en los hijos de Dios. Gratitud con Dios y con nuestros
hermanos que actúan en su nombre. Un Anawim sabe que
llego al mundo sin nada, y que cada alimento, vestido y morada
son un regalo de Dios. Aun la vida misma es un don de Dios. Por
eso cada gesto, amabilidad, donación, acogida la agradecemos
con profundo amor por Cristo.

 

5      Un misionero goza de poder dar, y de que los otros también
puedan gozar al darle a él: Normalmente vamos de misión
con la emoción de poder dar a otros, dar cosas físicas, dar educación,
dar afecto y dar el evangelio mismo. Sin embargo es importante
saber recibir, dejar que el otro goce dándonos afecto y
ayuda; y hacerle saber que también él es un donador del amor
de Dios padre.

 

6      Un misionero está alegre en el servicio: bien decía Don
Bosco que un santo triste es un “triste santo”. La primera forma
de evangelizar es la sonrisa sincera. Sonrisa que se logra al saber
que amamos a nuestros hermanos.

 

7       Un misionero sabe que su persona es más necesaria que
su dinero: no viajamos a dar cosas materiales ni regalos o hacer
grandes obras físicas. Vamos a llevar fe y esperanza a una comunidad
para que ellos mismos generen procesos y obras. Por eso
Jesús nos envía llevando apenas lo necesario para el trayecto

 

8       Un misionero es generoso aunque le cueste: no solo donando
lo económico como ya dijimos, hay cosas más difíciles de
dar como el tiempo, el cariño, la paciencia. Aquello que más nos
cuesta es lo que más debemos dar. Santa Teresa de Calcuta decía
que debemos amar hasta que duela.

 

9        Un misionero busca soluciones y las encuentra: Debemos
ser creativos, recursivos y proactivos. No visitamos una comunidad
para ponerle problemas e imponer necesidades, vamos a
trabajar con el poco material que esté disponible aplicando esfuerzo,
trabajo e imaginación.

 

10      Un misionero siempre piensa en «nosotros»: Jesús no
envió un misionero, siempre los envió de dos en dos. Por eso Nosotros
no viajamos solos, vamos como comunidad misionera, en
equipo, en comunidad con nuestra iglesia. Solo así hacemos presencia
de Jesús.